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historia meson conrado bar inauguración
01/21/2016
Aprovechando que este año cumplimos 25 y para demostrar que además de seguir la tradición, también sabemos adaptarnos a los nuevos tiempos, escribimos un capítulillo más de nuestra humilde historia profesio-familiar; estrenando web y echamos la vista atrás en este post para narraros el cómo y el porqué de este pequeño negocio, a quién pueda interesar…

Orígenes 

 

Hace un porrón de años, (no puedo concretar, pues la que hoy escribe no había llegado al mundo por aquél entonces) ya la familia López se dedicaba al negocio, aún no de la hostelería, sino a la ganadería; en concreto, a la carnicería ovina en las tierras de Castilla, desde hace 4 generaciones con vistas atrás.
Fue el abuelo Conrado el que junto a su esposa Floriana, continuaron con el negocio en Torrecilla del Pinar, dónde tenían su pequeña carnicería que hacía las veces de asador de cordero lechal para llevar. Durante las fiestas patronales de La Virgen del Pinar, la casa de los abuelos se convertía en un informal restaurante haciendo de las habitaciones privadas, comedores improvisados; toda una miscelánea de servicios hosteleros típica de los negocios de por aquél entonces, donde los establecimientos eran tan polivalentes como la necesidad del momento.

 

El nacimiento del negocio.

 

El mediano y único varón de los tres hijos de Conrado y Floriana; Conrado (mi padre), fue el tocado por la vocación. Al chaval le había gustado el trabajo familiar, o sea: la carnicería, el asador y ser tratante de ganado recorriendo kilómetros y kilómetros con el camión…  ¡aunque con miras a ampliar el negocio!
En el año 90 Conrado y Araceli deciden hacer su casa y junto a ella (mejor dicho, bajo ella) también deciden comenzar a construir su sueño profesional. Por este motivo, porque los dos tenían una ilusión y emoción latente en la que se complementaban: Conrado como asador, tratante y experto en carnes y Araceli con una mano innata para la cocina y la capacidad de aprender del negocio de la carnicería con mucha maña y dedicación, en 1991 se lanzaron a montar el Mesón Conrado en Torrecilla del Pinar, donde comenzaron, junto a Fernando y Raquel, a dar vida al pequeño negocio.
El 22 de marzo de hace 25 años, un Domingo de Ramos del que yo no puedo tener recuerdo, se inauguró el Mesón; un acto del que he oído hablar una y mil veces en forma de relato aún cargado de orgullo y emoción. Mi hermano Conra me detalla como un Sami teenager, se entregaba en los detalles como colocar botellas y vasos, su hermana, Mari Carmen, fue la diseñadora del cartel de la convocatoria mediante la sofisticada técnica del boli BIC a mano alzada y el pegado de fotocopias. De esta forma, con pequeños pero grandes aportes de los vecinos, amigos y familiares de Torrecilla del Pinar comenzaron nuestros primeros pasos.

 

Sobre el restaurante y el bar.

 

A los años (para mi, época de las Spice Girls más o menos) se construyó el restaurante; dos pequeños salones donde día tras día hemos visto evolucionar una cocina sencilla y tradicional con el foco en la materia prima de calidad, pequeñas pizcas de innovación sobre todo en los ingredientes y muchas dosis de pasión culinaria de una mujer; mi madre Araceli, que a día de hoy, aún me sorprende por su vocación y ganas de seguir aprendiendo y creciendo en la cocina, siempre eso sí, con su esencia y estilo basado en platos típicos (pero no banales) y cocina tradicional (pero nunca aburrida).
En este comedor hemos contado con muchos amigos que nos han ayudado a deleitar a la clientela con su trabajo; así Oren, durante muchos tiempo a llevado el comedor con maestría. Ella acompañada de las jovencitas Pili y Laura, y mi madre, se convertían en un equipo de Super Woman encargadas de dominar el restaurante a fuerza de escalón sube que te sube, baja que te baja con Araceli protagonizando los fogones y Conrado la plancha y el horno. Y por supuesto estaba, y afortunadamente está, una de las figuras claves; Alfre; ¡el tiarrón que haya lo que haya mantiene la serenidad y sabe implantar el orden y la calma!
Alguna de Las Niñas Pinariegas también pasó por la dichosa pila (esas jornadas antes de irnos de fiesta al “Carpe”).
Por supuesto, el mimo de la familia ha sido fundamental; Floriana, Maribel, Asun y Virgi, ¡nos han ayudado tanto!
Y más grandes profesionales que han venido de otros pueblos a trabajar en los apretones del restaurante y también del bar que no me pongo a enumerar, porque este post no tendría fin, pero sí; daos por aludidos con este abrazo que os mandamos.
Desde hace unos años, en la cocina (y en toda labor que se tercie, porque con menos de 50 kilos esta tía es una maquina) hemos encontrado toda una joya; Pepi, la mano derecha de Araceli, ambas forman un duo genial. Lo cierto es que admiro como mujeres como ellas encuentran la ilusión por el trabajo bien hecho de forma tan intuitiva.
En definitiva, hemos sido un equipo variable según la época del año, pero siempre con el foco en dar un buen servicio, con mucho cariño y con la tradición del cordero lechal y la calidad de los platos en el epicentro.

 

Durante todos estos años, Conra hijo (pero que desde hace unos años ya es padre, ¡qué lío esto de los nombres familiares!) vivió parte de su época rebelde tras la barra, junto con Fernandito. Con los años, otros amigos de la familia han pasado y están presentes en un lado, y en el otro, del mostrador, así Emilio protagoniza muchos de mis imágenes mentales en el bar. Las peñas que rondan la quinta a Conra (década arriba, década abajo) eran la clientela transgresora durante esos años en los que Celtas Cortos, Héroes del Silencio o Loquillo se entremezclaban con nuevas tendencia noventeras como el Bakalo (yo era pequeña, en mi mente lo recuerdo todo mezclado y creo que realmente fue un poco así)
En definitiva, recuerdo a esos jovenzuelos que daban vidilla al lugar durante el fin de semana a base de raspaos y botellines. Tengo en mente aquellas Nocheviejas con guerras de espuma a golpe de spray y con el suelo colmado de serrín, también recuerdo algún que otro momento streapteas (que podría ser fruto de algún trauma infantil) y de los visionados futboleros con bocas abiertas ante el televisor.
Estos amigos siguen siendo grandes acompañantes al otro lado del mostrador, claro está; pero su punto disruptivo ha dejado paso a lo entrañable de las peñas de pueblo de toda la vida. Es curioso ver desde el otro lado de la barra, como el testigo de la rebeldía juvenil va pasando de una pandilla a otra, y en esos momentos, generaciones que parecían tan lejanas tienen un espacio común donde unos se ponen al día y otros cuentan anécdotas, en torno a un cesto de pipas.

 

La historia continúa así.

 

Desde hace tiempo, uno de los que más regenta la barra es el mediano de la familia, Diego; además de encargarse de todo lo que tenga que ver con luces, sonido y mundo electrónico ya que su vocación está en todo lo que tenga que ver con circuitos y cables.
Al contrario, aquí una servidora, se encuentra más en su salsa en el restaurante y es que, por algún motivo (puede que sea el trauma infantil por los streapteas que os he contado lineas arriba), el bar nunca ha sido lo mío, pero oye, intento aportar también sacando mi lado de marketera digital y pinitos publicitarios.
Conra encontró el foco de sus inquietudes profesionales en el negocio familiar (como le había pasado a su padre. La historia se repite). Aún recuerdo esa inmensa colección de cervezas; cuando cada mes llegaba una caja con 5 botellines que eran cuidadosamente colocados en los estantes (sí, la colección sigue expuesta en el bar). Y de esta forma; gracias a esas inquietudes constantes (café, micología, aceite…) el mayor de mis hermanos ha ido introduciendo la especialización al negocio; la innovación y decantándose (nunca mejor dicho) por ingredientes clave para el oficio. Es así como llegaron los famosos boletus al pil pil, los platos con productos de temporada comprados en e-commerce gourmet y ¡cómo no! el vino y nuestra pequeña bodega con alguna que otra joyita y una buena nariz para aconsejar, pero esa ya es otra historia…
Hasta aquí el pequeño resumen de lo que somos.
No puedo cerrar esta entrada sin, por supuesto, nombrar al más importante miembro y protagonista de esta historia: VOSOTROS, los que habéis estado, los que estuvieron, los que estáis y los que estaréis ¡cada uno! Porque así es, sin nuestros clientes, que en muchas ocasiones son amigos, y en otras tantas son personas que depositan su confianza en nuestro servicio gracias al boca-oreja. Por eso, y porque os debemos el seguir aquí 25 años después, tenemos que agradeceros mucho.

Desde ahora en este espacio, prometo que no encontraréis mas parrafadas en plan “Cuéntame”, conmigo haciendo de Carlitos Alcántara. Queríamos comenzar esta web con un poco de sentimiento, pero ya no mas reflexiones ñoñas y melancólicas.

A partir de este post os hablaremos de gastronomía, de trucos de cocina, de reflexiones y tendencias del sector, de vino, de Torrecilla del Pinar y de lo que caiga… Y si os animamos, de lo que nos propongáis desde la página de Facebook del Mesón Conrado.

Y hasta aquí puedes leer… (por hoy)